LO QUE LOS FRANCESES DEBEN SABER DE LOS VASCOS

Articulo de Jose Mari Lorenzo Espinosa para Eusko Lurra Fundazioa.

Se cumplen 45 años desde que, en 1971, el filósofo francés, Jean Paul Sartre (1905-1980), conocido activista en favor de las luchas sociales y nacionales de los pueblos oprimidos, publicó un texto sobre los vascos. Un prólogo al libro “El Proceso de Burgos”, escrito por la periodista Gisele Halimi.
Sartre, considerado fundador del existencialismo filosófico, al que algunos llaman el filósofo de la libertad, fue un destacado pensador, marxista crítico y defensor de la luchas anticoloniales. Miembro del llamado Tribunal Russell, que juzgaba los crímenes de guerra USA en Vietnam, simpatizó con el partido comunista. Pero terminó criticando el estalinismo y el socialismo de Estado. Sus escritos tuvieron gran influencia en los medios culturales, universitarios y políticos. Especialmente entre los jóvenes del 68. Publicó ensayos, novelas, teatro y guiones de cine. También le fue otorgado el premio Nobel de Literatura (1964). Que rechazó con buen criterio. Entre sus actividades destaca también la fundación y dirección del diario parisino Liberátion, siempre favorable a la causa vasca.
En diciembre de 1970, dieciséis militantes de ETA fueron juzgados por un tribunal militar, en Burgos, mediante el procedimiento de juicio sumarísimo. Calificación jurídica que convertía en definitiva la sentencia del tribunal en primera instancia e impedía recurrirla. Salvo en petición directa de gracia e indulto, al jefe del Estado. El tribunal de Burgos condenó a muerte a seis de ellos. Pero unos días después, la víspera de la Navidad, el gobierno de Franco indultó a los acusados y conmutó las muertes por cadena perpetua. Retrocediendo en su primera intención de castigo, que pensaba cortar de raíz el nacimiento de la lucha armada vasca.
¿Qué había pasado para este aparente reblandecimiento de la dictadura?. Para que las condenas a muerte fueran anuladas. Algo que luego, en 1975, no se volvería a repetir. Sencillamente: la respuesta popular en las calles y la reacción internacional en las cancillerías, habían sido notables. Quizás las mas importantes desde el comienzo de la dictadura. Hubo manifestaciones y disturbios de Norte a Sur de la península. Paros y protestas en fábricas. Y se produjeron enfrentamientos, barricadas y detenciones. Un manifestante murió en Eibar, en el asalto de la policía a una barricada.
También se produjeron declaraciones de líderes políticos y sindicales. Pronunciamientos políticos. Y ya que dos de los juzgados eran sacerdotes, la Iglesia renunció a su derecho a un juicio cerrado. Facilitando así la información periodística. En las parroquias se leyeron sendas pastorales de los obispos de Bilbao y Donostia, criticando el sumarísimo procedimiento. Y en este escenario, un comando de ETA secuestró al cónsul honorario alemán de la capital guipuzcoana. Ofreciendo su liberación a cambio de la vida de los presos.
Hubo importantes protestas ciudadanas en Milán, París, Roma, Berlín, Frankfurt, Bruselas etc. Y en varias capitales sudamericanas. Un grupo de abogados en Madrid y León, desafiaron al régimen franquista, con comunicados de protesta. Y otro nutrido grupo de intelectuales y artistas catalanes, trescientos, se encerró en la abadía de Monserrat, pidiendo el indulto. Y defendiendo el derecho de los pueblos a la autodeterminación. Trescientos opositores al franquismo, entre los cuales Tapies, Miró, Brossa, Castellet, Colomines, Ana María Matute o Ana Moix. También Llach. Serrat o Raimon junto a Nuria Espert, Forms o Nunes, etc. Incluso Vargas Llosa estuvo veinticuatro horas en el monasterio. Los encerrados se jugaban algo mas que lo que se juegan hoy, los que no se atreven a proclamar la independencia catalana frente a la ocupación española.
Las numerosas presiones internacionales, recomendaciones de embajadas y amenazas de aislamiento contra España, recordaban los años de postguerra. Los del cerco mundial al primer franquismo. Anunciaban un nuevo tiempo: el tardofranquismo y su próximo final. Y terminaron siendo decisivas en el indulto. Mientras el gobierno español justificaba su doctrinal monopolio de la violencia, con la excusa de la defensa de la ley y de la autoridad instituida. Fue un escenario que se volvió a repetir, con peor suerte, en setiembre de 1975.
Gisele Halimi asistió al juicio de Burgos. Y fue testigo del proceso militar contra ETA. También contactó con el equipo de abogados defensores, integrado por miembros de la oposición al franquismo. Que fueron organizados y coordinados por J.A. Etxebarrieta. Y cuyos gastos pagó Ayuda Patriótica. Un grupo de la resistencia popular vasca que recogía dinero para los presos, mediante pequeñas aportaciones clandestinas.
Halimi era una periodista especializada en los procesos de liberación nacional de la época y fue admitida como observadora en Burgos. Desde esta privilegiada posición, quedó impresionada por una lucha casi desconocida en Europa. Y por supuesto en Francia. Y, en unos términos, ignorados entonces y ahora por los franceses. Y por los españoles, que tienen a Hernán Cortés en la bragueta. Y al Cid campeador bajo la boina.
La periodista escribió un amplio y detallado informe. Que luego se convirtió en un excelente libro. Editado por Gallimard (París, 1971). Alguien tuvo la acertada idea de pedir a Jean Paul Sartre un prólogo. Sartre, que ya había prologado obras de Fanon y participado en las protestas contra el juicio, escribió un prefacio que ocupó veintitrés hojas. Un importante documento, que nadie mejor que él, podía escribir entonces. Y que aprovechó para dar a conocer los componentes esenciales de la cuestión vasca. Su historia y circunstancias político-sociales. Y también, algo que sorprendió a muchos: la parte de responsabilidad que Francia, y los franceses, tenían y tienen en el problema vasco.
Este pequeño trabajo no pretende otra cosa que recordar el libro y, especialmente, su prólogo y a su autor. Y hacer una lectura comentada y selectiva del mismo. Ahora que se cumplen cuarenta y cinco años desde su publicación. Por la sencilla razón de la dificultad de acceder a el. Por el olvido y la desmemoria de lo que sucedía entonces. Y sigue sucediendo ahora. Y especialmente, por todo aquello que nos quieren hacer olvidar por segunda (y última?) vez.

Lo que los franceses deben saber sobre los franceses

El prólogo de Sartre pensado para decir a los franceses lo que debían saber de los vascos, terminó siendo lo que los franceses deben saber sobre los franceses. Y su comportamiento centralista y colonial. El autor criticaba directamente el falso escándalo de los medios y de la prensa gala, que fingían descubrir la “ferocidad” del franquismo, encarnada en el proceso judicial de Burgos. Ignorando su propia responsabilidad. Porque Sartre creía que lo que había hecho el sumarísimo militar era, sobre todo, revelar a Europa “la existencia del hecho nacional vasco”. Y no solo los métodos represivos españoles.
Sartre señalaba también la inquietud de las conciencias europeas y francesas. No solo por la brutalidad judicial del franquismo, sino porque el proceso de Burgos estaba incomodando a quienes desconocían y, sobre todo, a quienes ocultaban “la existencia del hecho nacional vasco”. Y los juzgados en Burgos, miembros de ETA y acusados de lo que ya entonces se llamaba “delitos de terrorismo”, habían lanzado “un rayo sobre Europa”. Un fogonazo de libertad y reivindicación, sobre la dormida y cómoda Europa.
No es suficiente, venía a decir Sartre, que los franceses se solidaricen con los vascos perseguidos por el franquismo. Esto era fácil. Porque la dictadura española recordaba mucho al nazismo padecido por ellos. Lo meritorio sería reconocer la parte de culpa propia, en la situación vasca. Y, sobre todo, aceptar la vergüenza de las ignoradas colonias interiores, que el Estado francés mantenía y mantiene. No sólo en Euskadi norte, sino también en Catalunya, Occitania, Bretaña, Alsacia, Córcega etc.
Ampliamente boicoteado y prohibido en España, el texto tuvo cierta repercusión en el exágono. Sobre todo en los medios políticos y universitarios, donde Sartre era un intelectual famoso y respetado. Y también en muchos países de habla hispana, gracias a que una editorial de Caracas, encargó su traducción y reedición en 1972. Hoy se conservan pocos ejemplares. Son difíciles de conseguir. Y no se leen en absoluto. A pesar de que muchas de sus páginas y reflexiones, son todavía aprovechables. Porque, entre otras cosas y lamentablemente, siguen en vigor.
El prólogo de Sartre recoge una importante suma de datos sociales, culturales, económicos y políticos. El pueblo vasco. La Euskadi resistente al franquismo se abría así a los ojos y las mentes de unos sorprendidos franceses. A quienes, de paso, se acusaba de colonizadores. Después de sus derrotas y expulsiones de Indochina (Vietnam) y de Argelia, nada podía ser mas pertinente que recordar a ese pueblo chauvinista y jacobino, el problema solapado, reprimido y mentido de las colonias interiores.
No es posible hablar de los vascos sin hablar de sus ocupantes: franceses y españoles. Para Sartre no lo era. De modo que, lo que los franceses deberían saber de los vascos se convirtió, en el texto del prestigioso filósofo que rechazó el nobel burgués de Literatura, en lo que los franceses deberían saber sobre si mismos. Y, al mismo tiempo, lo que los españoles deberían saber sobre los españoles de entrepierna conquistadora y boina imperial. Y, cómo no, lo que los vascos, que se creen que ya lo saben todo, deberían saber sobre los vascos.
Sartre ofició gustosa y activamente, de altavoz internacional de un movimiento armado de liberación nacional revolucionario. Hizo una exposición amplia. Razonada. Incontestable. Dialécticamente hábil. De la cuestión vasca. Publicando datos objetivos y reflexionando sobre la ocupación vasca, como problema político e histórico. Pero también cultural, económico y social. Cubriendo todos los campos posibles en una resistencia. Como era, y es, la de los vascos. Si alguno tiene ocasión de leer el original (hay versiones en francés, en euskera y en español), espero que esté de acuerdo. Aunque, también es cierto, que la utilización profusa de cifras de la época, y algunos cambios sociopolíticos pueden, cuarenta y cinco años después, desorientar a los menos avisados. O facilitar el oportunismo de algunos, que asegurarán que eran otros tiempos. Y que ahora todo es distinto… Para que toda sea igual.
Sartre aporta también su talante filosófico a este asunto. Para él, “los españoles, en la medida en que ellos mismos han sido fabricados por el idealismo centralizador, son hombres abstractos y creen que, aparte de un puñado de agitadores, todos los habitantes son como ellos”. Por eso no aceptan que quienes no quieren ser españoles (vascos, catalanes, etc.) afirmen sus reivindicaciones. Y recurran a la violencia de respuesta contra la violencia de la invasión. Y por eso, dice Sartre, los españoles odian a los vascos “llegan a odiarlos como vascos. O sea, como hombres concretos”.
En cuanto a los franceses, Sartre desenmascara su antifranquismo facilón. Y critica su pose interesada, culpando del proceso de Burgos a la brutalidad intrínseca del régimen. Mientras no quieren reconocer que ETA no solo lucha contra una dictadura, sino sobre todo contra España. Como Estado ocupante. Y eso mismo. Eso precisamente es lo que sucede en el Estado francés con otros pueblos invadidos: vascos del norte, catalanes, occitanos, bretones etc.
Primero fue Indochina (años 50), después Argelia (años 60), de donde los franceses fueron expulsados gracias a la insurrección armada. Ahora, les quedan las colonias interiores. La pretenciosa unidad nacional burguesa, conseguida mediante la absorción de otros pueblos-nación impedidos. De los que la opinión pública francesa, educada para estar orgullosa de su historia, no quiere reconocer nada. De este modo el francés, y el español en su Estado, como invasor abstracto niega la universalidad concreta de los vascos invadidos. Y de los demás pueblos oprimidos. De este modo, Sartre consigue que lo que los franceses deberían saber de los vascos, se transforme en lo que los franceses deben saber sobre los franceses.

Socialistas, comunistas y conservadores

La Francia de los años del Prólogo era, en los aspectos imperialistas y socio-políticos, sorprendentemente igual (no se si peor) que la actual. Dice Sartre que “a los niños franceses se les enseña que la historia de Francia no es otra cosa que la historia de la unificación de todas “nuestras” provincias, comenzada por los reyes, continuada por la revolución francesa”. Vale decir por la revolución burguesa. Y esto era y es asignatura obligatoria de la educación nacional. Como lo es aquí y como es en todas las patrias de la burguesía. Que para justificar la ocupación tierras y naciones, enseñan a sentirse orgulloso de ella y de sus hazañas imperialistas, como de algo providencial.
“La unidad nacional-escribe el filósofo-realizada en nuestro país desde muy temprano, explicaba la perfección de nuestra lengua y el universalismo de nuestra cultura.” En este aspecto, “socialistas y comunistas estaban de acuerdo con los conservadores: se consideraban herederos del centralismo jacobino”
Fueron la revolución burguesa y el jacobinismo quienes permitieron la violenta, y falsa, centralización del país. Y el enrolamiento obligatorio de hombres y tierras en una nación tan forzada, como el falso reino patrimonial de la monarquía. Gracias a ello, durante el s. XIX, el nacionalismo burgués creó “el mismo tipo de hombre abstracto”, aplastando los orígenes étnicos de los pueblos obligados a ser franceses.
De ahí, observa Sartre, “el estupor de 1970”. Cuando la solidaridad con los presos de ETA, por mero antifascismo, abrió el debate sobre la necesidad de aceptar también los objetivos de los juzgados. Los objetivos nacionales y sociales de ETA. Sobre todo, cuando ETA decía “no solamente luchamos contra el franquismo, sino que ante todo luchamos contra España”. Y esto era lo indigesto, para Francia, confirma el autor. “Cómo admitir que la nación vasca existiese al otro lado del Pirineo sin reconocer a “nuestros” vascos el derecho a integrarse en ella.”…Añadiendo: “¿Y Bretaña? ¿Y Occitania? ¿Y Alsacia?. ¿Era necesario reescribir la historia de Francia?. Desde luego. Pero esta vez la verdadera.

El renacimiento de las naciones

Para Sartre, la actividad de ETA y el proceso de Burgos pusieron en primera línea un nuevo hecho: “el renacimiento de estas tendencias que los gobiernos centrales llaman “separatistas”. En la URSS, en Yugoslavia, en Francia, en España, en Irlanda del Norte, en Bélgica, en Canadá etc. “los conflictos sociales tienen una dimensión étnica”. Algunas “provincias” se sienten naciones y reclaman un status nacional propio. De modo que, “la unidad de la que las grandes potencias sienten tanto orgullo, esconde la presión de los grupos étnicos y el uso solapado o declarado de la violencia represiva”.
El ejemplo de los vascos, decía Sartre, demuestra que ese renacimiento no es ocasional, sino necesario. Y “que ni siquiera hubiera existido si esas pretendidas provincias no tuvieran una existencia nacional que durante siglos se ha intentado arrancarles. (..) El hecho vasco, imponiéndose en Burgos en su necesidad no ha dejado de instruirnos acerca de los destinos de los catalanes, bretones, gallegos y occitanos”
El filósofo exponía también la universalidad singular del pueblo vasco frente a la universalidad abstracta del humanismo burgués. Lo que, “mediante una dialéctica ineluctable”, había producido un movimiento nacional revolucionario. Sartre parte, “sin prejuicios centralistas”, de la evidencia de una etnia vasca diferente de sus vecinos, que no ha perdido nunca la conciencia de su singularidad. Anota la irreductibilidad del euskera y el reforzamiento de la conciencia vasca, a pesar – o a causa – de las conquistas y anexiones. Describe y comenta las guerras carlistas, la pérdida de los Fueros y el nacimiento del nacionalismo como vehículo de la reclamación independentista.
La resistencia vasca, afirmaba Sartre, impresionó tanto a los españoles del s. XIX que incluso “el anarquista Pi y Margall, propuso una solución federalista para los problemas de la península”. Pi y Margall fue uno de los efímeros presidentes, de la no menos efímera Iª República española. Después vino la Restauración borbónica centralista. Y mas tarde la IIª República. La guerra. La primera concesión autonómica engañosa. Y Gernika…Luego el terror. La derrota, la dictadura y el exilio. Y con el exilio, el declive nacionalista.
El PNV se refugiará en Francia y, abandonado por los aliados, quemará sus últimos cartuchos en la huelga de 1947, apoyándose en el movimiento obrero. En este asunto, Sartre destacará “nuestra vergüenza y su ingenuidad”. Los aliados no hacen nada. Permiten que Franco reprima la huelga. Es el fin. El PNV es ignorado, y apenas tolerado en suelo francés. Solo conserva su prestigio, porque es el partido histórico. Pero ya no actúa. O su actividad no se corresponde con la situación. Los exiliados envejecen. Franco es admitido en la ONU. Y abraza a Eisenhower en Madrid (1959). Aguirre muere. Y entonces surge ETA. “En el momento oportuno para reemplazar al viejo partido burgués”, asegura Sartre.
Este resumen le sirve a Sartre, para mostrar a los franceses que miran hacia otro lado, que “Euskadi, etnia recientemente conquistada por España, ha rechazado siempre y violentamente la integración”. Y para terminar afirma:“Si los vascos votaran hoy en día en una mayoría aplastante escogerían la independencia”.

Lo que los vascos deben saber sobre los vascos

En este punto, Sartre abre el debate sobre el perfil de la ocupación de Euskadi. ¿Se trata de una colonia?. La cuestión es fundamental, apunta, porque es en las colonias donde la lucha de clases y la lucha nacional se mezclan. El autor señala la paradoja de un desarrollo económico superior de las “colonias” vascas. En especial Bizkaia y Gipuzkoa. Respecto a España. Pero constata, también, el modelo opuesto. En Iparralde, la Baja Nabarra ha sido saqueada, arruinada y despoblada, por el conquistador francés. Allí la “colonización es mas visible” por razón del expolio centralista, mas descarnado.
Sartre utiliza los datos económicos y sociales de su época. Finales de los sesenta. En ellos se muestra el ciclo de beneficios del capitalismo vasco-español. Y la explotación social y salarial del trabajador en tierras vascas. Y concluye: “A pesar de las apariencias, la situación de un asalariado vasco es totalmente parecida a la de un trabajador colonizado.”. Porque el obrero vasco, no está “simplemente explotado como el castellano, que mantiene una lucha de clases químicamente pura”. Según Sartre, en “Euskadi, la cuestión económica y social se plantea en términos nacionales”. Porque, cree que “cuando el país no pague ningún tributo fiscal al ocupante, cuando sus problemas se formulen y regulen en Bilbao y en Pamplona, en vez de en Madrid, podrá transformar libremente sus estructuras económicas”.
En el caso de la lengua vasca sucede lo mismo. Estamos ante un modelo colonial. “Los franceses se esforzaron durante cien años en destruir la lengua árabe, en Argelia. Consiguieron transformar el árabe literario en una lengua muerta, que ya no se enseñaba”. “Han hecho lo mismo, con resultados diversos, con el euskera de la baja Navarra, con el bretón en Bretaña…(..) A ambos lados de la frontera, se pretende hacer creer a una etnia, que su lengua no es mas que un dialecto agonizante (…) Y la prensa inspirada repite con gusto una frase lamentable de Unamuno: La lengua vasca morirá pronto”
Ante el intento de genocidio cultural, que el franquismo español y el centralismo francés intentaron con el euskera, Sartre afirmará: “Hablar su lengua, para un colonizado, es ya un acto revolucionario”. Y los vascos conscientes de hoy van mas lejos. “La cultura-dicen-es la creación del hombre por el hombre”. La cultura oficial en Euskadi, en los años setenta, era españolista. De una falsa universalidad, que quería hacer de los vascos hombres del universalismo español, desprovisto de su carácter nacional vasco. Y asimilados al perfil del ciudadano abstracto, parecido a un español.
Con semejante estrategia represiva el vasco termina por convertirse en la negación de lo español. “Del español que se les ha metido dentro de cada uno de ellos”, afirma Sartre. Y de este modo, la cultura vasca deviene en contracultura, formulándose como destrucción consecuente de la cultura española. Y debe consistir en “el rechazo del humanismo universalista de los poderes centrales y en el esfuerzo considerable para volver a adueñarse de la realidad vasca (…). Por esta razón la cultura vasca es la praxis que se desprende de la opresión del hombre por el hombre en el Pais Vasco”.
Mediante este enfrentamiento a la conquista, a la centralización y a la explotación social y nacional, la cuestión vasca consiste en la reivindicación de la independencia. Resumen y amalgama, de lo anterior. Resultado defensivo ante los violentos esfuerzos que España y Francia han hecho para negarla.

Las respuestas: el PCE, el PNV y los nuevos independentistas

Desde el punto de vista de Sartre hay dos tipos de respuesta histórica a esta situación de opresión española. Ambos le parecen inadecuados. De un lado la del Partido Comunista de Euskadi. Por otro la del PNV.
El PC vasco considera a Euskadi “una simple denominación geográfica”. Es un partido de los que llamamos sucursalista. Recibe órdenes de Madrid. Y, por otra parte, es además socialdemócrata y políticamente conservador. Dice el autor, que además, al ser centralista, “intenta arrastrar a los trabajadores vascos a una lucha de clases químicamente pura”. Y “al abandono de sus propios problemas para ayudar a los trabajadores españoles a derrocar a la burguesía franquista. Esto es, a despojarse de su calidad de vasco y limitarse a exigir una sociedad socialista para el hombre universal abstracto, producto del capitalismo centralizador”.
Escribe Sartre, que el poder teme la separación de Euskadi (y evidentemente de Catalunya). Lo que sería una fuente de problemas para España. Lo era, en los años del autor. Y lo sería hoy. De modo que, incluso, una “República haría lo mismo que Franco con los vascos”. Tal vez guardando algunas farisaicas formas “democráticas”. Pero haría lo mismo y con el mismo horror al vacío de un hipotético exit vasco-catalán. Esto es. Se trataría del mantenimiento de la ocupación militar constitucional, con el argumento último de la fuerza legalizada. Y el aderezo de unas elecciones y leyes adulteradas o intoxicadas. Porque dicen, sin ninguna prueba ni consulta previa, es lo que quieren los vascos y los catalanes.
En cuanto al PNV, “se equivoca al considerar la independencia como un fin en si mismo”. Sartre asegura, y teme, que el país independiente que quiere el PNV, pasaría de la dependencia de España a la dependencia de EEUU. Del capitalismo español al norteamericano. El PNV pretendería independizar un estado vasco burgués. Donde la sociedad conserve la estructura capitalista y donde la burguesía dominante se vendería al mejor postor. Un neocolonialismo, que reproducirá los problemas anteriores, camuflados pero aumentados.
“La insuficiencia de estas dos respuestas (PCE y PNV)” – a los ojos del filósofo francés- prueban que “independencia y socialismo, en el caso de Euskadi, son dos caras de la misma moneda”. Y por eso. “La lucha por la independencia y la lucha por el socialismo deben estar unidas”. Y que, “es a la clase obrera, la mas numerosa, a quien corresponde tomar la dirección del combate”. Para esto, “el proletariado debe tomar conciencia de su condición de colonizado y las otras clases, mas fácilmente nacionalistas, deben comprender que el socialismo es (…) el único acceso posible a la soberanía”.
El perfil de frente nacional, que Sartre señala como necesario en la lucha vasca, era una de las estrategias habituales, en los procesos de liberación nacional de la época. Y lo era, en parte, gracias a la estrategia de los partidos comunistas, que desde la IIIª Internacional impulsaban la formación de frentes antifascistas y de alianzas interclasistas de liberación nacional. Como forma práctica de debilitar al imperialismo capitalista. Eso había pasado en China, en Vietnam y en varios países de Africa y América, después de la guerra mundial. Estaba pasando en Latinoamérica. Y se estaba repitiendo, como proyecto de estrategia, en algunas zonas conflictivas europeas.
Las inadecuadas y violentas respuestas al problema vasco, por parte de España y Francia, habrían permitido la evolución de la “anticuada reclamación de recobrar los Fueros” hasta la necesidad de “construir una sociedad soberana y socialista”. Lo habían dejado claro algunos de los juzgados en Burgos, representantes de ese nuevo independentismo, en sus declaraciones al tribunal militar. Si el PNV hacía abstracción del problema social, el PC lo hacía con el problema nacional. En este contexto, la única fórmula que podía satisfacer a las  nuevas generaciones, a los militantes de ETA, tenía que ser la de un nacionalismo revolucionario. Que representaba la unión de ambas luchas. La síntesis de las aspiraciones del pueblo trabajador vasco. En lucha por su liberación social y nacional. Como habían sido definidas por los ideólogos de la Vª Asamblea, en 1967.

La lucha armada como respuesta

De acuerdo con la ideología oficial del régimen franquista y su práctica de adoctrinamiento mediático monopolista, ETA no pasaba de ser “una banda terrorista”. Nada nuevo desde entonces. ETA sería, (es) para los medios de comunicación españoles, un grupo integrado por un puñado de universitarios marginados y violento (caso de Txabi Etxebarrieta) que nada tenían que ver con las aspiraciones reales de los vascos.
En la época, unos pocos autores miembros de ETA eran conocidos. Los que podríamos llamar precursores de la izquierda abertzale. Escritores como Krutwig, Txillardegi, Madariaga, Beltza etc. y otros que, como los Etxebarrieta, escribían bajo seudónimo. Generalmente en las revistas clandestinas de la organización. Y que trataban de justificar la respuesta armada frente a la invasión, pero apenas podían romper el cerco informativo, ni la represión policial y política del franquismo.
El discurso oficial dominante, de entonces y de hoy, buscaba situarse en el plano de la convivencia. Y de la aceptación inteligente de la ideología institucional. Huyendo de la realidad social y nacional del enfrentamiento, se refugiaba con Franco en la paz incontestable lograda por el Caudillo. Como lo hace hoy, en el discurso del Estatuto constitucional, en las instituciones, las leyes y su acatamiento. Unicas referencias “democráticas” legalizadas. Y por tanto viables, en la versión de poder y sus gobiernos.
Aunque lo cierto es que, lo mismo en Burgos que ahora, lo que se construía, en la realidad social, no era la supuesta convivencia “democrática”, sino el enfrentamiento por otros medios. Y así también se fabrica hoy la memoria histórica, como base de la falsa convivencia. Y con los límites inferiores definidos de antemano por el poder. Ayudado en este supuesto por una ficticia y timorata oposición. Por eso nadie quiere retroceder mas atrás del primer disparo de Txabi Etxebarrieta. Y la desmemoria se cierne sobre los verdaderos orígenes del problema vasco y de la ocupación franco-española.
Sartre, en cambio, recorría el escenario histórico de la ocupación. Y luego señalaba los años sesenta como el inicio de un “ciclo infernal, de acción, represión, acción”. Así relataba, sucintamente, el comienzo de la guerra “chaud” contra ETA: “Un guardia civil es encontrado muerto en una carretera. Horas mas tarde, otros guardias civiles disparan sin motivo contra un sospechoso y le matan. El muerto es Javier Echevarrieta, un dirigente de ETA (..). La guerra caliente contra ETA, la caza del hombre ha comenzado”.
Tal como veía Sartre la cuestión vasca, a principio de los setenta, “los colonizados no tienen otra salida que contestar a la violencia con violencia. La tentación reformista queda totalmente descartada y el pueblo vasco no puede dejar de radicalizarse: sabe ahora que no puede obtener la independencia sino mediante la lucha armada”. Los juzgados en Burgos, ya tenían conciencia de ello. Y también, según afirmaba el autor, “El proceso de Burgos es muy claro en este punto: al enfrentarse a los españoles, los acusados saben lo que arriesgaban: encarcelamiento, torturas, pena capital…Lo sabían y luchaban con la esperanza de contribuir a la formación de un ejército clandestino.”
Es posible, y tentador, comparar esta actitud de sacrificio consciente, y los comentarios de Sartre, con el levantamiento de los irlandeses del domingo de Pascua, de 1916. El efecto que produjo el riesgo asumido por los rebeldes irlandeses en la Irlanda de su tiempo, fue extraordinario. Y sin duda el precedente de la posterior lucha armada del IRA. Sería el primer paso consistente para la posterior independencia, basada en el enfrentamiento armado a los ocupantes ingleses.
El efecto que produjo Burgos, por muchas diferencias que haya con Irlanda, constituyó también el inicio-confirmación público de una lucha armada de liberación que, con altibajos, presiones y depresiones, llega a nuestros días. Y mantiene aún su influencia en las generaciones de postguerra. Hay que tener en cuenta que la aparición de ETA y su actividad armada, representaba la primera vez que los vascos nacionalistas tomaban una iniciativa radical. Y asumían la decisión de “atacar” al ocupante con las armas. Sin ofrecer la otra mejilla. Hasta entonces, guerra de 1936 incluida, los nacionalistas se habían limitado a maldefenderse de las agresiones armadas españolas. O de la ocupación militar y política, participado en sus instituciones con un moderado empuje reivindicativo. Siempre compatible con la unidad del Estado. Y probadamente ineficaz, en cuanto a conseguir la independencia.

Fuentes e influencias en el Prólogo

Además del indudable efecto propagandístico que producía el nombre de Sartre, en el plano internacional, el Prólogo tiene también otro notable mérito. Consigue resumir en un breve análisis, todos los elementos que integran el problema vasco. Con presentación de sus factores, denuncia de los orígenes bélicos y de la represión ejercida por los principales responsables de la situación. Y explicación razonada de la respuesta armada vasca a los estados francés y español.
En general, el Prólogo refleja y transmite lo sustancial de la ideología de ETA en la época del proceso de Burgos. Que no es otra que lo que se debatió y aprobó, como ideología de la organización, en la Vª Asamblea. Iker Casanova, en su libro sobre ETA, afirma que el origen del Prólogo y los materiales con que está hecho, procederían de la dirección de ETA VI. Sin embargo, asegura Iker, “el contenido es totalmente contrario a las tesis de Sexta, ya que realiza un elogioso recorrido de la historia de ETA, defendiendo su trayectoria y el uso de la repuesta armada y además asume el enfoque colonialista del conflicto vasco”.
Luis Nuñez e Iñaki Egaña, en su importante obra sobre esta organización (11 tomos – 1992) dedican al Juicio de Burgos veinticinco páginas, en la parte descriptiva. Mas otras treinta y seis en la parte documental. Incluyen documentos como el Manifiesto de Montserrat o la carta de los dieciséis procesados. Incluso un poema de Rafael Alberti, sobre las condenas a muerte. También un completo dossier que contiene el texto completo de la acusación fiscal o el interrogatorio a Mario Onaindia. Entre otros. Asimismo, publican una traducción al euskera del “Sartre-ren hitzaurre famatua”, que nos ocupa.
Iñaki Egaña, en su “¿Quién es quién, en la Historia del País de los Vascos?” (2005), confirma la colaboración de J.A. Etxebarrieta con la periodista Halimi, en la redacción del libro sobre el proceso. No es difícil, por tanto, que la influencia de Etxebarrieta pasara a través del libro y otros escritos, al propio Sartre. Podemos imaginar que el alegato de defensa, que Etxebarrieta preparó en 48 horas para Izko de la Iglesia, pudo estar en poder de Giselle Halimi en el momento de escribir su libro. Y posteriormente lo pudo conocer también Jean Paul Sartre. Este escrito, alabado por distintos autores que lo han podido leer, “es un magnífico documento que constituye una justificación política de la lucha de todo el pueblo vasco y, al mismo tiempo, un duro alegato de acusación al Gobierno español” (L. Bruni “ETA. Historia política de una lucha armada” 1987)
En todo caso, Sartre no tendría en el momento del juicio tanta información de los asuntos vascos como de Vietnam, Argelia o algunos países sudamericanos. Pero, desde entonces hasta la fecha del Prólogo, pudo leer los textos, aparecidos en Zutik o en otras publicaciones de la organización. Cuyo principal redactor era el propio Etxebarrieta. Informarse, asimismo, entre la colonia de exiliados vascos y españoles, en París. No sabemos si además tuvo contactos con los propios militantes exiliados. Con Krutwig, Madariaga, Txillardegi, Beltza, Eskubi o con los de Bruselas. Pero, en todo caso, esta influencia parece clara en el Prólogo. Los asuntos que Krutwig trataba en sus libros y revistas, “Vasconia”, Branka, “El nacionalismo revolucionario”, “Hacia una estrategia revolucionaria…” etc. no estaban al alcance de todos. Pero se podían conseguir fácilmente al otro lado de la muga.
Esto significaría que, salvo algunas aportaciones marca de la casa, el papel de Sartre se limitó (aunque no me gusta esta palabra para el caso) a servir de magnífico altavoz a lo que fue Burgos y a la presentación internacional de la ideología del nacionalismo revolucionario vasco. Que señalaba el perfil de ETA, desde la V Asamblea. El intelectual francés aportó todo su prestigio político y literario, su nombre y su trayectoria internacional, anticolonial y antirepresiva, poniendo su firma y rúbrica al lado del ideario independentista vasco, en general. Y al de ETA en particular.
Aunque las ideas y conceptos del Prólogo eran moneda de curso corriente entre militantes y exiliados de entonces…Que por cierto se hallaban inmersos en el debate entre Vª y VIª. Puede que como precedente del siguiente forcejeo entre milis y poli-milis. Lo cierto es que, hasta entonces, eran ideas que resultaban prácticamente desconocidas e ignoradas, por la mayoría de los franceses a quienes iba dirigido el escrito de Sartre. Y, mucho mas para los españoles y todo el mundo de habla hispana.  Para el que finalmente, fue traducido y editado el texto, inmediatamente después (1972) en Caracas. El mismo Sartre, advierte en una nota a pié de página, que en 1970 ya se había iniciado el debate entre milis y polimilis. Y se discutía sobre la “desmilitarización parcial” de ETA, en favor de dar mas peso a la acción política de los trabajadores.
De cualquier modo, el filósofo francés tenía la sensibilidad y la cultura política suficientes para captar los principales elementos de la incipiente revolución vasca. Entendía perfectamente cual era la esencia armada de la ocupación. Y la desidia o complicidad de sus paisanos y de los españoles, en la opresión vasca. De ahí que conectara con facilidad con los análisis, que en la época, se hacían desde la dirección de ETA. Y acertara a plasmar en el Prólogo, fuesen o no suyas las ideas, un esquema acabado del asunto vasco como colonia interior de España y Francia.

A las puertas del tiempo presente

El proceso de Burgos fue un momento crucial en las generaciones que empezaban a enfrentarse a la dictadura. Y se preparaban para intentar un recambio político en el Estado. Aquel juicio, y la forma en que lo planteó el grupo de abogados coordinados por Etxebarrieta, representó la toma de conciencia sobre los problemas vascos, para quienes no habían conocido la guerra, el declive del PNV o el nacimiento de ETA. Ni sabían qué pasaba con el nacionalismo vasco el exilio. A quienes, en definitiva, se les había ocultado, o manipulado, la mayor parte de la historia vasca.
Como he sugerido antes, Burgos fue con todas las salvedades posibles – fundamentalmente en cuanto a los numerosos muertos y fusilados irlandeses – nuestro pequeño/gran Domingo de Pascua de 1916. Y, entre otros, sería Jean Paul Sartre y algunos como él, quienes lo hicieron posible por su acertada mirada sobre nuestra historia y nuestro tiempo. Fue, como se decía entonces, la prueba de que la única forma que se podía hablar, escribir y leer de política, dando a conocer la ocupación vasca, era en las crónicas de tribunales.
Ya en 1975, Ortzi en su “Historia de Euskadi…”aseguraba que: “El Juicio de Burgos (…) marca una nueva fase de la historia del régimen franquista.(..) Sobre todo, es la primera vez que se produce un movimiento de masas sostenido y poderoso-no solo en Euskadi, sino en todo el Estado-por un motivo que no es sindical sino directamente político. La conciencia política de los pueblos de la península ha dado un paso de gigante, y este paso es coetáneo al debilitamiento estructural del régimen.”
Letamendia añade también que “el movimiento popular vasco del mes de diciembre ha sido, en todo caso, mas espontáneo que organizado por fuerzas políticas”. Y afirma, que ETA no había previsto siquiera una movilización tan importante. Este autor observa también que, entre las clases populares y medias, el PNV mantiene una influencia tradicional. Mientras que, en los sectores obreros e industriales, es el Partido Comunista quien resulta mas determinante, a la hora de las movilizaciones. Y en este aspecto, llamaba la atención los paros organizados en grandes empresas como Altos Hornos, la Naval, Babcock o General Eléctrica, en protesta por el juicio de Burgos. Incluso autores como Cortazar y Montero, en su Diccionario (1983) confirmaban que después de Burgos, ETA “adquirió popularidad universal”. Y que “toda España se movilizó contra el proceso gritando amnistía y libertad”
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Sin duda el tiempo no pasa en balde. Ni siquiera para las ideas que un día fueron reflexiones políticas irrebatibles, firmadas por un filósofo reconocido. Por las que murieron unos y otros muchos se jugaron la vida. Ideas e ideales que conformaron la conciencia de toda una generación. Pasa el tiempo. Y pasan los modos políticos de recambio, con los que el capitalismo y la ocupación buscan su supervivencia. República, dictadura, monarquía parlamentaria, estado de las autonomías…Formas distintas de un mismo fondo represor.
Pasan la demografía, las estadísticas, los fracasos. El lenguaje político se transforma. Y se adapta a la realidad. O a la modernidad. De la resistencia pasamos a la inteligencia. Y de la confrontación armada a la convivencia institucional. Y los moldes políticos de otras décadas parecen antiguos. Incluso los de otros países, donde tuvieron mas éxito. Los datos del 70 no son los de hoy. Y nosotros los de ahora, tampoco somos los de entonces. Pero…¿cuánto hay todavía de cierto, y acertado, en estos análisis y criterios, que un día sorprendieron a los franceses?. Que se ocultaban a españoles y vascos. Y que ETA publicó como suyos y proclamó frente a tribunales militares de excepción. A las puertas de un tiempo que entonces era nuevo.
¿Qué ha quedado del análisis sartriano, en nuestro bagaje político de la cuestión vasca?. De la incómoda desazón que produjeron las palabras del filósofo francés en una opinión pública, que creía que todo lo hacía bien. Y cuyo lema nacional era (es) libertad, igualdad y fraternidad. Pero que encubre una historia colonialista y silencia las reclamaciones nacionales de otros pueblos.
¿Qué ha sido del ideario anticolonialista de Jean Paul Sartre?. Filósofo comprometido, crítico y autocrítico. Que enseñó que no es posible hablar del problema vasco, sin señalar directamente a Francia y España. Sus verdugos y ocupantes. Que escribía la libertad y dijo a los franceses y al resto del mundo lo que tenían que saber sobre los vascos.
Que fue uno de esos franceses, que a veces salen buenos.

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