FIESTA NACIONAL VASCA

Artículo de colaboración para Eusko Lurra Fundazioa de Josemari Lorenzo Espinosa

Amenaza otro verano sangriento, en las tierras de Frascuelo y de María. Del que no se librarán, salvo Canarias y Catalunya, las colonias interiores. El sangriento verano español transcurrirá entre pasodobles, insoportables rojigualdas, olés a los toreros y aplausos a la tortura y la muerte, con moscas y café completo. Como viene siendo desde siempre.
¿Es una fiesta? O una atrocidad. Un residuo feudal crudo subvencionado con dinero público y complicidad política ?. Catalanes y canarios, que ya están en el siglo XXI, lo han prohibido. No por amor a la patria. Ni odio a lo español. Sino por ética y compasión con los animales. En la zona norte, en Euzkadi (Nabarra incluida) lo estamos rehabilitando. Por ejemplo en la culta y europea Donosti. Y en la comercial Bilbao. Gracias, cómo no, al partido de Sota. El mal llamado PNV.
De modo, que seguimos defendiendo la fiesta nacional española, como si nuestra fuera. Como si fuera un icono nacional vasco. Es lo que pasa en Iruña, el ejemplo mas claro y mas sangrante, donde tenemos (por fin) lo que siempre habíamos querido: un alcalde nacionalista de izquierda y además historiador.
Y esto tiene una complicada explicación. Salvo por el exordio económico de favorecer a los hoteleros, hosteleros y otros banderilleros, que votan siempre al mejor postor. Los que dicen vivir del toro. Pero viven a costa de su muerte y tortura. Los que dicen que les gustan los toros. Pero, en realidad, les gustan los toreros.
El sábado 18 hubo una manifestación en Bilbao, que protestaba por todo esto. Donde los manifestantes llamaban “asesinos” a los toreros y a sus amigos. Donde se denunciaba el maltrato y la tortura. Y donde se gritaba a los mirones y a quienes no quieren saber nada. Porque nadie puede decir, como con el holocausto judío, que no se veía o que era mentira. Las plazas de tortura son de cristal. Son recintos siniestros de puertas abiertas. Su tortura es televisada y jaleada en rotativas sucias y emisoras corruptas. Y no solo no lo esconden. Para mas vergüenza lo venden como cultura y tradición. Igual que la ablación genital, de las tribus africanas.
En nuestra querida Iruña, la matanza vespertina no se esconde. Se anuncia y se jalea desde la mañana. Con chupinazo y cámaras en directo. Entre jolgorio, resaca y carreras los toros son empujados a la muerte, por unos mozos a los que parece que les va la vida en ello. Y algunos les va. Y lo adornan con la cita indispensable al novelista borracho. Otro icono de la capital del reino vasco.
El sábado, en las calles de Bilbao, hubo una manifestación. Bastante nutrida, para los desfavores, olvido y boicot que tuvo entre los grandes medios. Las cifras varían. Entre “unos cientos” del deplorable DEIA, hasta los 6.000 que aventuraban los convocantes, pasando por los 3.000 que concedía un contemporizador Español de Vocento. Y solo Info 7 se atrevió con una entrevista aceptable a la Plataforma organizadora.
Entre los asistentes, una mayoría importante de jóvenes y mujeres. Lo que invita a una reflexión generacional y facilita la felicitación a este colectivo, tan sensible siempre y solidario con los problemas de maltrato y tortura. También estuvieron las organizaciones convocantes. Y, entre ellas, algunos representantes políticos de Bildu, Podemos o IU. Se contaba de antemano con las ausencias habituales de los PP, los PNV o los PSOE, demasiado ocupados en sus labores electorales y en mantener las cosas como están. O sea,  como estaban en el s. XIX.
No es la primera vez que los políticos están divididos en esta cuestión. Ya en los años veinte, los jóvenes nacionalistas protestaban por las “fiestas de sangre” y criticaban el perfil de unas celebraciones falsas e impostadas. Sobre ello, Eli Gallastegi “Gudari” escribió un artículo en “Aberri”. Con su habitual tono crítico trataba las fiestas de Bilbao, rechazando el sesgo oficialesco e institucional, que se daba a la alegría chabacana y postiza de las Bilboko Jaiak.
Gallastegi era un joven regeneracionista. Pertenecía a una generación preocupada y alarmada por el retroceso social y popular de lo vasco. Y por la invasión e importación institucionalizada de costumbres y cultura españolas. Entre ellas las repugnantes matanzas de animales (toros y caballos), en las plazas, construidas para este único fin. Este autor no encontraba en las iniciativas festivas ningún entretenimiento noble, instructivo o elevado. Todo se reducía a Toros, Barracas y Foxtrox. Todo se disfrazaba de fiesta nacional española, con la sangrienta importación del sufrimiento animal, considerado como algo “exótico y chic”.
En el coso taurino, por unas horas y con seis víctimas inocentes, confraternizaban falsamente los ricos y los pobres. Los unos en el palco. Los otros en el tendido de sol. Unos con licores caros. Otros con la bota de vinazo. Pero todos allanados, el gusto de la plebe y de la aristocracia, por el rito de la matanza. Y el redondel se convertía en la cima cruel y estúpida de unas fiestas “grandes, alegres y celebradas”. Que en realidad, igual que hoy, encubrían el lamentable panorama nacional vasco. Donde había poco que celebrar. Y donde predominaba la anormalidad del ruido y la música estridente, de importación.
Y Gudari se preguntaba, con tristeza, “¿Habrá nacionalistas tan envilecidos que vayan aún a los toros?”.

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